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Cultura

Tres científicas chilenas que marcan presencia en el Congreso del Futuro

Tres científicas chilenas que marcan presencia en el Congreso del Futuro

Una neurocientífica, una psiquiatra y una bióloga marina forman parte de esta edición de este evento que convoca al mundo de la ciencia, la innovación y la tecnología. Florencia Álamos, Vania Martínez y Marcela Ruiz cuentan sobre sus caminos profesionales y cómo desde sus respectivos quehaceres buscan ser un aporte para la conservación marítima, la salud mental y la educación.

Por: Sofía García-Huidobro - Cristóbal Kurth. Fotografía: Jonathan Durán | Publicado: Sábado 13 de enero de 2024 a las 21:00
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FLORENCIA ÁLAMOS: Combatir la injusticia social con neurociencia


Creció en una zona rural cercana a Valdivia y parte importante de su educación -en un colegio muy chico donde fue primera generación- transcurrió en exploraciones por bosques, pantanos y las orillas del río Calle Calle. “Eso, mirándolo con perspectiva, me desarrolló una curiosidad muy fuerte”, reflexiona la neurocientífica, cofundadora de Ciencia Impacta y Fundación Kiri.

Al salir del colegio Florencia Álamos se trasladó a Santiago y estudió medicina en la Universidad de los Andes: “Tenía una vocación social fuerte y me gustaba la ciencia, el camino evidente entonces me pareció medicina”. Se fascinó con el mundo del cerebro: “Quizás porque había muchas preguntas inconclusas y patologías que no tienen cura o que todavía no se entienden completamente”.

Al momento de escoger su especialidad viajó a Estados Unidos y trabajó tres años en investigación en la Universidad de Carolina del Norte. Primero estudió el síndrome de Angelman -que se ubica dentro del espectro autista- y después trabajó en Parkinson.

Estando allá, cuenta, en un laboratorio de vanguardia y con un equipo de excelencia, sus fronteras se abrieron y decidió doctorarse en neurociencia en la PUC. Ya inmersa en su investigación se dio cuenta que el 90% de su actividad transcurría cumpliendo su propia carta Gantt en un laboratorio: “Mis espacios de interacción eran súper restringidos y ahí se me empezó a generar una inquietud. Por una parte, sentía la responsabilidad de compartir conocimientos, pero también de contar con más perspectivas, si no las respuestas empiezan a ser muy ensimismadas”.

Junto a compañeros científicos que compartían su interés por la divulgación científica, comenzó a participar de distintos proyectos, que luego se institucionalizaron y nació fundación Ciencia Impacta, iniciativa que se dedica a acercar la ciencia y el conocimiento a las personas.

Mientras cursaba el doctorado postuló a una pasantía en un hospital de Mozambique. Esa experiencia afectó su rumbo, recuerda. “Yo había trabajado en sectores vulnerables de Chile, pero lo que vi en África era realmente otra dimensión. Me acuerdo de haberme cuestionado cómo el valor de la vida humana puede ser tan relativo. Esas vivencias te remecen y te movilizan”.

¿Cómo combatir la injusticia social desde la neurociencia? “Hay elementos que constituyen nuestra arquitectura cerebral, y, por ende, nuestro potencial de desarrollo. Lo que ocurre en los primeros años de vida genera una trayectoria. Mi gran pregunta fue: ¿Cuáles son las variables críticas que hoy en día nos condicionan?”, explica.

Menciona el aporte del doctor Fernando Monckeberg al demostrar, hace 60 años, que la desnutrición alimenticia afectaba directamente desarrollo cerebral de un niño. “Había una injusticia de base. Y lo que pasa con el problema de la salud mental es muy parecido. Ciertos factores de riesgo: haber crecido en un ambiente con mayor violencia, no tener vínculos, no haber recibido una buena estimulación en etapas tempranas, van condicionando tu cerebro. Si eso ocurre en las primeras etapas de la vida y de forma persistente, puede generar cambios en tu arquitectura cerebral”.

Prevenir problemas de salud mental desde las bases, es la misión que hace dos años la movió a cocrear Fundación Kiri. Hoy son un grupo interdisciplinario que trabajan con niños y niñas entre tercero y sexto básico en 24 colegios, impartiendo talleres tan variados como robótica, skate y teatro musical, entre otros.

“Formamos comunidades en relación a materias que despiertan una motivación natural en los estudiantes, entendiendo que hay intereses distintos. Probablemente el niño que quiere tocar violín es diferente al que quiere estar en un taller de robótica o el que quiere subirse a una tabla de skate. Entonces les damos ese abanico de posibilidades. El 50% de los niños y niñas en Chile tiene un problema de salud mental, por eso nos gustaría que el día de mañana sea un modelo escalable”, señala Florencia.

“Lo que hacemos es fortalecer factores que protegen: relacionarte con otros, tener vínculos sólidos con adultos significativos, ser capaz de entender lo que te pasa, tener empatía. Si tú logras desarrollar eso en niños y niñas, van a ser mucho más resilientes y estarán más preparados para el contexto educativo”.

Destaca que en sectores más vulnerables hay un déficit de autoconfianza gigante: “Hay niños que viven en un mundo de bajas expectativas y no creen realmente en el potencial que tienen. Cuando logras mover esa tecla, se abre todo”. Actualmente trabajan con el Laboratorio de acción contra la pobreza del MIT en busca de resultados que constituyan evidencia.

Sobre la brecha de género que aun pesa sobre las niñas y las carreras STEM, Florencia parte reconociendo que se han abierto espacios que antes no existían, pero quedan deudas pendientes y sectores de la ciencia donde las mujeres siguen estando subrepresentadas.

“Llegan más mujeres a pregrado y posgrado en ciencias, pero también hay un efecto embudo, y a medida que progresa la carrera académica cada vez son menos las mujeres que continúan. Es un hecho que muchas mujeres se van perdiendo, no por falta de interés, ni de capacidades, sino porque el sistema está construido de cierta manera”.

En la neurociencia, afirma la especialista, se conoce como neurosexismo a los estereotipos o sesgos de género asociados a determinismos biológicos. “Si tuviera que elegir una batalla, es la educación para demostrarle a cada niño que la neuroplasticidad muestra que uno puede ser quien quiera ser”.

La neurocientífica participa, además, de la Mesa de Ciencias del Senado, y cuenta que le toca conocer el aporte de la sociedad civil y fundaciones en el ámbito de la educación: “Hay esperanza. Pero si estamos poco preparados para responder los grandes problemas que existen hoy, imagínate si nos ponemos a pensar en los problemas del futuro. Hay ciertos desarrollos de competencia, como la flexibilidad cognitiva, urgentes, y que son muy tímidos en el actual sistema educativo”.

“Soy una fanática del Congreso del Futuro. Es un regalo y un honor para Chile tener un evento ciudadano de esta envergadura. Lo he pensado desde hace muchos años, no ahora que participo en él (ríe). Yo aprendo infinito, se me abren muchas ventanas. Si tienes conocimiento vas a ser más poderoso y libre al momento de tomar decisiones”.

VANIA MARTÍNEZ: Soporte emocional para cuidar la salud mental


La profesora titular de la Universidad de Chile dirige un centro de investigación llamado Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay, por sus siglas en inglés). Una de sus áreas de investigación es el uso de tecnologías digitales para el bienestar emocional, como el sitio Cuida tu ánimo y una aplicación de celular con el mismo nombre. La plataforma proporciona información, educación y apoyo para sentirse mejor y poder regular las emociones.

En cambio, la aplicación para dispositivos móviles busca dar a conocer “herramientas personalizadas para prevenir e intervenir oportunamente la depresión y el riesgo suicida”, explica la psiquiatra desde la Casa Central de la Universidad de Chile donde en unos minutos asistirá al quinto aniversario de Imhay.

La doctora Martínez también se dedica a la divulgación científica: “Que no se quede el conocimiento que tenemos ahí dentro de las universidades o en revistas científicas, sino que llegue a la gente en una manera comprensible".

Por eso publicó un libro junto a Javiera Suazo titulado Tu mundo emocional. Está dirigido a adolescentes entre 10 y 14 años con el objetivo de ayudarles a entender qué son las emociones, para qué sirven y cómo lidiar con ellas cuando ya son demasiado intensas. “Es un libro muy práctico, que es de trabajo, no es sólo lectura”, afirma la especialista.

Sobre los sesgos de género en las ciencias, comenta que, en su área de experticia, que es la psicología, hay más presencia femenina, pero que en cargos de investigación y poder siguen siendo los hombres los más visibles.

Afirma que de a poco esto se está equilibrando, pero se debe tener en cuenta que los sesgos parten en la niñez debido a las diferentes expectativas sobre lo que tienen que hacer los niños y las niñas. La experta también menciona que estas actitudes se ven replicadas por los algoritmos de Inteligencia Artificial.

Menciona a ChatGPT: “Tú le pides nómbrame personas relevantes en la ciencia lo más probable es que te dé más nombres de hombres que de mujeres. Y eso pasa con todo, porque también personas de la literatura, personas destacadas en arte. Y después cuando tú le dices, pero nombraste puros hombres te dice ‘ah, cierto, sí también están estas otras mujeres’”.

Otro ejemplo similar es lo que pasó con la escultura estilo Rodin instalada por parte de Congreso Futuro en el frontis de la Casa Central de la Universidad de Chile. Se trata de una estatua que con IA es capaz de responder preguntas.

“Cuando hicieron el lanzamiento, nuestra rectora, la doctora Rosa Devés, le preguntó ¿cómo se puede hacer, pensador, para que haya más mujeres interesadas en la ciencia y detaquen en la ciencia? Y el pensador le respondió algo como que eso no era importante”, cuenta Vania Martínez.

En cuanto a su participación en Congreso Futuro, el 15 de enero dará una charla llamada “Aplicaciones que curan: tecnologías que mejoran la salud mental de los jóvenes”.

Uno de los temas que va a tratar es sobre la posibilidad de entrenar a un chatbot para que escuche y responda empáticamente. Según ella esto evitaría varios problemas que pueden tener los psiquiatras humanos, como discriminar a un paciente o no darle importancia a lo que les está contando, entre otros ejemplos:

“Si tú eres un psicólogo y estás atendiendo a alguien, a lo mejor estás cansado, es el octavo paciente que viste ese día, no dormiste bien porque tienes una guagua en la casa. No sé, hay muchas cosas que influyen. Entonces imagínate una máquina. Quizás podríamos llegar a un momento en que por lo menos diera una primera acogida, una primera atención y sin estos problemas de que se cansó, de que te discrimina.”

Otro uso que de acuerdo con la experta se le puede dar a la IA es en el proceso de diagnósticos oportunos, seguimiento de protocolos y análisis de datos para que le señalen a los psicólogos qué tipo de tratamiento le puede servir más a un paciente en específico.

Marcela Ruiz: Escuchar al océano para protegerlo

“Lo que más me gusta hacer es estar en el mar. Siempre me imaginé navegando”, comenta la bióloga marina de la Universidad Austral. Marcela Ruiz cumplió su sueño, hoy es directora de Acústica Marina, empresa de tecnología hidroacústica creada en Valdivia en 2020 por un grupo de amigos de distintas áreas del conocimiento.

Hoy son 30 personas entre ingenieros acústicos, biólogos marinos, ingenieros informáticos, matemáticos, telecomunicaciones, audiovisuales, ingenieros comerciales y abogados.

La empresa se dedica a entender el sonido bajo el agua a través de herramientas tecnológicas y para eso la bióloga debe sumergirse en el mar. La hidroacústica, o acústica subacuática, es un área de la física que analiza las ondas sonoras bajo el agua para ver qué nos dice el sonido respecto de lo que ahí ocurre, explica la científica.

El propósito principal es entender a las especies que allí habitan y su relación con eventos antropogénicos, como el tránsito de las embarcaciones o las industrias que se emplazan en el agua, y con esos datos se pueden establecer normativas e incluso áreas de protección.

En Acústica Marina trabajan el desarrollo de hardware y software para levantar y analizar data para que quede disponible tanto para la comunidad científica como para quienes hacen leyes o quienes tienen a cargo la gobernanza oceánica. “Son datos relevantes para tomar decisiones. Queremos que sirva para vislumbrar el camino hacia la sostenibilidad oceánica”, señala.

Conectada a la conversación desde Chungungo, un pueblito de la región de Coquimbo donde ha estado trabajando en terreno, o mejor dicho, en el mar, Marcela comenta que ganaron el primer concurso de innovación abierto convocado por la Armada de Chile con una propuesta para realizar detección de actividades ilícitas en el mar utilizando hidroacústica impulsada por inteligencia artificial.

“Construimos equipos capaces de monitorear el sonido submarino de distintas fuentes. Lo que hace la IA es reconocer qué estamos escuchando. Por ejemplo, puede detectar si estamos escuchando un barco grande o pequeño, si tiene un motor fuera de borda o dentro del mismo barco, puede incluso detectar la presencia de un buzo”, dice Marcela.

Para eso tienen estaciones de corto periodo o portátiles que se arrojan al mar y luego se pueden recuperar; y estaciones fijas que son boyas que analizan su entorno. “Nuestro desafío es tener una red interconectada a nivel nacional. Creemos que es la única forma de proteger y conservar especies como los cetáceos, entender su comportamiento y tomar las medidas de mitigación correspondientes. Hacemos un llamado a la industria emplazada en agua, principalmente portuaria y naviera, a sumarse a través de inversión para incorporar esta tecnología a lo largo de nuestra costa”, señala.

Su foco no está puesto sólo en la empresa privada, también en el sector público. Han trabajado con el Ministerio de Ciencia, principalmente a través de fondos ANID, y han realizado convenios de colaboración con el Ministerio del Medio Ambiente. También tienen proyectos fuera de Chile; en Colombia, Perú, Panamá y una colaboración en Islas Galápagos.

La bióloga marina también se pronuncia sobre la brecha de género. En su campo la relación entre mujeres y hombres es bastante equitativa, sostiene. No así en la academia, agrega. “En tecnología, ingeniería y matemáticas hay una brecha grande. Cuesta retener talento femenino en esas áreas del conocimiento y en general en los emprendimientos de base científico tecnológico también. El último reporte habla sólo de un 11% fundado o dirigido por mujeres, así que también estamos muy bajo. Y hay una diferencia entre las que entran y las que salen de carreras científicas”.

Su participación en el Congreso del Futuro será el próximo 19 de enero en un bloque de mujeres chilenas llamado Investigadoras para entender el mundo. “Cada una va a contar lo que hace desde su disciplina. En mi caso, voy a hablar de acústica submarina y de cómo nos sirve para entender la biodiversidad. Va a ser un panel bien power, porque también vamos a poder contar sobre la brecha de género y cuáles son nuestros desafíos respecto a cómo acortar esa brecha”.

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Acercar el arte a las personas, pero a la vez utilizarlo como herramienta para movilizar procesos de participación y rescate urbano, es lo que mueve a Trama, una organización que se define como un aliado estratégico para instituciones y empresas que buscan transformar ciudades.

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